Amas como puedes, ves toda tus limitaciones y miedos en la manera en que amas.
El espejo más grande entonces, el último y definitivo, es la manera en que puedes amar. Ahí te ves reflejado de cuerpo entero, con todo detalle. Es la única realidad, aún cuando sea absolutamente subjetiva.
Por entonces, la escritora tenía miedo, cuando niña, de los espejos. Pensaba que la vida seguía corriendo, las historias allá, en paralelo mundo. No lograba darse cuenta de que el miedo a los espejos es el miedo al amor.
Entonces prefería vivir la vida de otros, entrar al cine y emocionarse. Salía del cine con la sensación de haber vivido más.
Un día escribió entonces: la verdadera música para el alma es aquella que surge entre las personas, las armonías de sonrisas, de miradas y caricias. Las conversaciones y discusiones...
Ahí dejó de escribir y tratar de transformar la forma de su experiencia. Dejó de escribir y se puso a vivir, a escribir su propia vida, en completa autoría.